
Prólogo
El vinilo gira. Su música evoca a un tiempo y a un lugar aún desconocidos para muchos. Para otros, las notas son sinónimo de otra época, de otras costumbres, de otro período. Período que algunos desean volver a vivir, a disfrutar, a sentir. Pero no sólo ellos. Todos hemos soñado con despertar en una época en la que no nos ha correspondido vivir. Una época que nos es evocada a través de las diferentes facetas que la vida nos muestra.
El mundo de la música es un mundo perdido, al igual que el mundo en el que nos encontramos. Nos encontramos perdidos, y nos perdemos para encontrarnos; aunque perderse no es sinónimo de perdición. Al contrario, deseamos perdernos para perder de vista la perdición a la que nuestra sociedad está sentenciada. Una sociedad llena de suciedad. Una suciedad que sólo puede ser limpiada con música. Y es ahí donde nos vemos capaces de formar nuestra identidad, aunque ésta no se equivalga con ser idéntico; sino todo lo contrario, algo que nos haga únicos e irrepetibles y nos ayude a superarnos día a día.
Y para llevar a cabo esa maniobra de superación, el perderse es necesario. Perderse, que no perder. Y hablo de perderse en un sentido amplio, porque, ¿no es necesario perderse de vez en cuando para poder encontrar y encontrarse? Y es en el sentido pronominal del verbo «perder» en el que baso este prólogo; en el significado de perder los sentidos tangibles para poder llegar a ver lo que los demás no son capaces. Ver y vivir una realidad que nos ayudará a afrontar la nuestra propia de una manera más valiente y adulta. Sin duda, podremos encontrarnos en el camino hacia la búsqueda de identidad, por muy perdidos que nos encontremos. Y hablo de encontrarse en el sentido de hallarse, de sentirse. Porque encontrarse no es sinónimo de encontrar, aunque una acción lleva a la otra. Algo así como una consecución de acciones. Y de esto, precisamente, nos habla Perdida en los 80.
Mientras, el vinilo sigue girando. Gira como lo hace la vida. Gira siempre en la dirección hacia donde enfocar nuestros deseos. Y es en ese momento cuando abrimos el libro. Nos perdemos en sus letras. Buscamos una salida para nuestras inquietudes, al mismo tiempo que nos encontramos imbuidos con las maravillas a las que evoca la lectura.
Victoria Cánovas, filóloga.